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En este libro, el autor nos habla de un fraude interno. Un fraude que subyace bajo el sopor de la cotidianidad y que pretende, ladinamente, usurpar un lugar que le corresponde legítimamente a la realidad.
Ese fraude es lo que engulle a la pureza, profanándola, domesticándola y convirtiéndola en un ornamento, fácilmente utilizable para otros fines.
Bajo esa escaramuza absurda pretendemos recorrer los insondables procesos del vivir y del morir.
La prioridad, que esa imagen de uno mismo llega a tener en las decisiones y actitudes de nuestra cotidianidad, contradice el ritmo armonioso que nos propone la vida.
La dedicación, hacia el personaje imaginario que interpretamos, es tal, que preferimos ignorar el hecho ostentoso de su engaño, junto al dolor que esta elección nos provoca.
Esta ficticia imagen a la que nos entregamos, nos engaña. Nos engaña cuando pretende alcanzar la Verdad, porque no es la Verdad lo que anhela, ya que su voluntad es la mentira.
Deberíamos considerar que si desde el engaño se pretende la Verdad es porque la mentira es más seductora y poderosa cuando se viste de Verdad, como bien saben los embaucadores.
“Es evidente que sólo al reflexionar (valiente y tenazmente) sobre la realidad, descubriremos dónde se anidan las dificultades que nos impiden desarrollar un mundo no depredativo.
Quienes niegan el sufrimiento interno (atribuyéndolo a causas externas) se ven obligados a huir de la Verdad del Sufrimiento. Existe un sufrimiento que nos subyace (como seres humanos atrapados en un universo de apariencias) y debe ser encarado. Sobre este sufrimiento hemos construido una compleja maraña defensiva.
Para poder penetrar, incisivamente, en las contradicciones que atenazan el engaño originado por la ignorancia, se debe alcanzar previamente una observación objetiva (no implicada con el movimiento de los pensamientos). A esta observación atenta también se le llama meditación.
Por esta razón, quienes (renunciando a ilusorios beneficios) se han alejado lo bastante del bullicio emocional y han reposado, lo suficientemente atentos, en este tipo de observaciones, han concluido que el ilusorio movimiento emocional, que provoca las fuerzas de las sombras, es lo que genera todas las formas del sufrimiento.”